Logia de Estudios de la Gran Logia de España-Grande Oriente Español
dependiente de la Gran Logia Provincial de Madrid.
c/ Juan Ramón Jiménez, 6 - 28106 Madrid
EDITORIAL
En algunos lugares se dice que nuestra sociedad se está convirtiendo en un desierto cultural y espiritual. Parecería que la culpa la tiene la excesiva extensión de los medios de comunicación de los que ahora disponemos a escala planetaria.
Hacen llegar todo tipo de información a granel a los lugares más remotos de nuestro planeta.
En este contexto particular, observamos que a las ventajas de esta tecnología se ha unido la perniciosa, pero muy natural, codicia.
Sí, está aquí, entre nosotros, como siempre, desde la noche de los tiempos; pero ahora nos envuelve y, a su manera, contribuye e impulsa la evolución y propagación de estas informaciones en la medida en que ello le proporcione la satisfacción de su razón de ser: el provecho y el poder.
Ha penetrado en la parte visible como en la invisible de nuestro entorno.
Caín ya no mata a Abel, lo ahorma, acostumbrándolo a satisfacerse de lo justo y necesario, es que Caín necesita que Abel viva más que nunca. La codicia no gasta el material, si puede lo recicla, y Abel se está dejando convertir en algo simplemente material, en una cosa, como si no pasara nada.
A la escala de la historia de la humanidad, fue ayer cuando, ya, un joven adolescente echó de un Templo todos los tenderetes de mercaderes que se habían instalado en él.
Este joven no era un hereje, al contrario, sólo quería excluir de un lugar de culto todos los intentos propuestos, naturalmente, por la codicia.
Todo el mundo conoce el castigo que fue reservado a este joven.
Pero sus ideas tuvieron muchos emuladores y miles de adeptos que las propagaron, hasta el punto de interesar a personas bien informadas que las hicieron suyas y, adaptándolas a su gusto, las convirtieron en una importante religión.
Algún tiempo después, digamos siglos más tarde, otro joven, de la misma fe que el anterior, decidió sacudir las enseñanzas
impuestas por la ortodoxia religiosa de la que él mismo procedía. El castigo que recibió le acarrearía la muerte, pero afortunadamente pudo sobrevivir y difundir sus ideas.
En la época en que el mundo empezaba a descubrir "La Ilustración", él abrió de par en par las ventanas que permitían ver y comprender hasta el asombro lo que era el mundo supuestamente invisible.
Durante esta época luminosa, en la que Londres estaba siendo reconstruida, los eruditos descubrieron las costumbres de los gremios de hombres conocidos desde tiempos remotos por sus habilidades para la construcción. Entre estas costumbres figuraban normas de conducta en relación con la misión a cumplir, así como la solidaridad con cualquier miembro del Gremio afectado por las consecuencias económicas de un accidente o una enfermedad, solidaridad que se hacía extensiva a las esposas y a sus hijos.
Es fácil comprender el entusiasmo de una figura como el ilustre Isaac Newton y, con él, de todos los miembros de la Royal Society, por esa interna convivencia social y el ejemplar compromiso que conlleva con la sociedad.
La semilla de la masonería está ahí, en su pureza original. Tuvo un éxito fulgurante en los círculos más elitistas de la sociedad, lo que llevó a la Corona de Inglaterra de interesarse en su forma de pensar y actuar e intervenir para controlar su desarrollo.
Su difusión fuera de Inglaterra, a Estados Unidos, Francia, Europa y el resto del mundo, no podía dejarla indiferente a la evolución de su protegida. Sobre todo, porque su incursión francesa la había llevado a obtener un mayor compromiso y perfeccionamiento de sus miembros.
Así, de la semilla original surgió otra, puramente francesa, que dio origen al R.E.A.A, el cual conquistó a Estados Unidos, que supo americanizarlo rápidamente y devolverlo al remitente, que aceptó la ofrenda modificada.
Parecería que, a partir de esa época, mientras el R.E.A.A se desarrollaba con éxito, Inglaterra hizo amanecer en el mercado una serie de otros Ritos para poder satisfacer a una "clientela cautiva" ávida de novedades.
En 1877, la Gran Logia de Inglaterra rompió relaciones con el Gran Oriente de Francia y, a continuación, observando el desarrollo mundial del R.E.A.A, en 1929, atacó a este último minimizando el papel de los SS.CC imponiendo su concepto de regularidad. Así empezaron a avasallar el filosofismo.
Sin embargo, los textos de las Grandes Constituciones y los Reglamentos Generales de 1786 ya mencionaban condiciones de regularidad inspiradas en las prácticas de los Gremios.
Pero la Corona siguió tejiendo su tela, con el acuerdo tácito de la Jurisdicción sur del Supremo Consejo del R.E.A.A de los EE.UU. que a la vez le permitía tejer la suya.
Llegados a este punto, os animo encarecidamente a leer un texto que hemos publicado en el Cuaderno nº3, bajo el título "Regularidad Masónica", ese oscuro objeto de deseo.
Prestad atención a la respuesta que la lectura de este texto os inspirará.
Finales de julio de 2022 en Asunción, Paraguay, durante la Conferencia Mundial de los Supremos Consejos del R.E.A.A, tuve la oportunidad de hablar con varios SS.GG.CC- que, sabiendo que tenía algo que ver con los "Cuadernos de Redención167 ", me hicieron preguntas sobre la razón por la cual insistía tanto sobre la comprensión del libro "La regularidad masónica, ese oscuro objeto del deseo". Les expliqué que la respuesta no estaba en el libro, sino en lo que se deduce después de su lectura. El autor no impone nada, apela a la consciencia de cada uno. Allí esta la respuesta.
Debo decir, que meses antes desde Francia, había mandado a algunos de los participantes unos ejemplares del librito realizado por el autor en forma de vademécum. Es un concentrado de disposiciones y de textos indiscutibles e incontestables.
Lo releí con ellos, sabían alguna cosas, pero se dieron cuenta de que en el vademécum están reunidas todas las que hay que saber .
Al final, y después de que les recordé, de forma un poco provocadora, algunos versos de la fábula "El lobo y el cordero", todos los presentes coincidieron en que La Fontaine era un pensador extraordinario. El pudor y el deber de reserva me obliga a guardar silencio sobre los comentarios a propósito de lo que consideraron, dicho eufemísticamente, como una anomalía de la cual, en realidad, venían tristemente de tomar consciencia.
Todos estuvieron de acuerdo en que, lentamente, la mayoría nos habíamos desviado del manantial de agua pura, cuya pureza es la garantía de su atractivo. De ella, quieren deleitarse muchos HH sedientos de autenticidad y de conocimientos.
Les recordé que el R.E.A.A es ante todo la expresión de una masonería escolástica, dedicada a transmitir un concepto civilizatorio del que el filósofo alemán Karl C. Krause fue uno de los cantores.
A lo largo de los "Cuadernos de Redención 167", se encuentran preciosas páginas sobre este tema, de la mano de uno de los mejores expertos en la materia.
Como usted sabe, todas las obras que publicamos lo son, obviamente con el acuerdo de sus autores, que asumen además la plena y exclusiva responsabilidad de estas.
Por respeto a nuestros lectores, como a nosotros mismos, tenemos ciertas exigencias previas que nos llevan a seleccionar estas obras antes de su publicación. Sin embargo, algunas de ellas pueden sorprenderle, pero sepa que, en estos raros casos, más allá de las reglas gramaticales, hemos tenido en cuenta el carácter intemporal del tema, y a veces los sentimientos expresados- con los medios que son los suyos- por un autor, al que apreciamos, además, por su calidad de humanista.
Gracias por haber leído hasta aquí. Pulse en "Trabajos" y disfrute.
Fraternalmente .·.
Diego de Lora
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